Desde hace mucho venimos oyendo noticias y avisos preocupantes sobre envenenamientos de perros en parques de toda España. A veces creemos que es una “leyenda urbana” pero lo cierto es que los veterinarios con los que hemos hablado nos confirman la realidad de este fenómeno: perros envenenados o que han ingerido trozos de carne con algún material punzante (clavos, agujas, etc.) son una realidad y en muchos casos acaban con la muerte del animal.
Hace ya muchos años que el Servicio Cinológico de la Guardia Civil entrena perros para la detección de veneno y se desarrollan acciones de búsqueda tanto en zonas rurales como en zonas urbanas donde se tenga la sospecha de que exista peligro.
Desde la primera perra entrenada para eso, Iza, una perra con una larga trayectoria de servicio que falleció el año pasado, muchos perros han sido entrenados para la detección de venenos.
En Zaragoza, donde sabemos que se han dado muchos casos de envenenamientos ya es famoso el perro Albatros, un border collie rescatado de la calle y entrenado para la detección de veneno. Actualmente sólo detecta productos químicos pero quieren ampliar el espectro de búsqueda a metales para incluir el rastreo de trampas con alfileres o clavos.
Debe aprender a tumbarse delante de la “prueba” sin acercar siquiera la nariz, algo que requiere tiempo para aprenderse. Después esa prueba se lleva a analizar, y si hay suerte se da con los autores.
Su labor es especialmente delicada y el entrenamiento es largo, de unos seis meses aproximadamente y tiene que ir dirigido a que “Alba, como le llaman cariñosamente, entienda la búsqueda como un juego. Ese aspecto es fundamental para que un perro de búsqueda se entregue en la tarea.
Salen todos los días a trabajar, pero como ya hemos dicho, Albatrox se divierte haciendo su trabajo y ayudando a la comunidad. Son muchas las zonas verdes que hay que inspeccionar y los lugares susceptibles de tener peligros son muchísimos y realmente no dan abasto. Es por eso que se anima a la creación de unidades de detección de veneno en todos los municipios grandes.
Poner veneno es delito y puede ser penado con hasta dos años de cárcel y es más grave en entornos urbanos donde el peligro se extiende a las personas.
Cuando se sospecha de la presencia de una trampa o de veneno, hay que avisar a la policía. Y como segundo paso existe una plataforma creada por PACMA para crear un mapa de puntos peligrosos para que los dueños de perros puedan conocer las zonas donde se han encontrado trampas.