El moquillo

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moquillo

El distemper canino o la enfermedad de Carrié, comúnmente conocida como moquillo, es una enfermedad infectocontagiosa de origen viral producida por un Paramixovirus relacionado con el virus del sarampión humano que afecta a animales de todo el mundo. El contagio se produce por vía aérea lo que hace que se propague muy rápidamente y con mucha facilidad.

Gracias a las vacunas que existen actualmente, la incidencia del moquillo ha descendido considerablemente durante los últimos años aunque hay que advertir que la vacuna no protege al perro totalmente contra la infección. Sin embargo, se sabe que afecta en mayor medida a cachorros y a adultos no vacunados o vacunados incorrectamente (sin tener las revacunaciones en regla).

¿Qué síntomas produce?

La fase de incubación normalmente dura en torno a 14 días. Los primeros síntomas suelen pasar inadvertidos para la mayoría de las personas. Entre 3 y 6 días después de la infección, aparece una fiebre baja que después disminuye durante unos días hasta que vuelve a desarrollarse una segunda fase febril que suele estar acompañada de conjuntivitis, rinitis y anorexia y que suele durar más de una semana. Este episodio febril también puede estar acompañado de problemas respiratorios, diarreas, vómitos u otros tipos de infecciones bacterianas secundarias que pueden complicar la recuperación del animal.

A causa de la infección, algunos animales presentan también un engrosamiento de las plantas de las almohadillas debido a un crecimiento rápido de las células de queratina.

En estados avanzados, el moquillo puede afectar al Sistema Nervioso Central del animal provocando en esos casos síntomas de tipo nervioso como convulsiones, contracciones bruscas involuntarias de un músculo o grupo de músculos, micción involuntaria y/o defecación, parálisis y ceguera, entre otros y pueden aparecer incluso semanas después de haber superado los síntomas respiratorios y digestivos.

¿Existe tratamiento?

No existe en el mercado ningún tratamiento infalible contra el virús de distemper canino. Los tratamientos suelen estar dirigidos a combatir las múltiples infecciones secundarias que produce este virus con antibióticos, antitérmicos y anticonvulsivos en los casos que así lo requieran.

Lo importante en el tratamiento de esta infección es mantener hidratado al perro, darle suplemento proteico y vitamínico si lo necesitara, proporcionarle un lugar cómodo y caliente para evitar la hipotermia, limpiar las secreciones nasales y oculares con frecuencia y administrar los antibióticos necesarios según la sintomatología secundaria que presente el animal.

¡Prevenir mejor que curar!

Lo primero que hay que saber es que al propagarse de forma aérea, es muy probable que tu perro tenga múltiples contactos con el virus infeccioso a lo largo de su vida. Por lo tanto, lo único que se puede hacer para combatirlo es prevenir vacunando a nuestro amigo a partir de los 45 días de vida repitiendo las dosis de refuerzos correspondientes que indique el veterinario. Debido a que este virus se comporta de forma diferente según los cachorros hayan sido amamantados o no por una madre vacunada, es muy importante que sea el veterinario quien decida qué tipo de vacuna usar y cuando deben aplicarse las revacunaciones.

Antes de estos 45 días, es importante ser muy cuidadoso con nuestro cachorro para que no entre en contacto con el agente infeccioso, algo que, como hemos visto, resulta bastante difícil pero que se puede conseguir evitando lugares donde exista un peligro potencial como tiendas de mascotas, parques, peluquerías o residencias caninas.

Por último recordar la importancia de las revacunaciones anuales para garantizar la seguridad de nuestro perro a lo largo de toda su vida y disminuir las probabilidades de contagio.

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